Pebol Sánchez

¡BUENAS A TODOS!

MIL DISCULPAS POR LA TARDANZA, HE ESTADO BASTANTE LIADO CON EL TEMA TRABAJO Y NO HE PODIDO IR ACTUALIZANDO TODA LA INFORMACIÓN QUE QUISIERA EN EL BLOG. TENÉIS ENTRADAS MÁS PERIÓDICAS EN MI PÁGINA DE FACEBOOK.

https://www.facebook.com/pebolsanchez/

https://www.wattpad.com/user/PebolSanchez

Y TAMBIÉN POR MI PERFIL DE WATTPAD DONDE TENÉIS MÁS NOVEDADES ACERCA DE MIS HISTORIAS DE LECTURA GRATUITA. DISPONIBLE CUENTOS PARA NAGY, PLEGARIAS PARA TI, EL PRESAGIO DE LOS OTROS Y ALGUNAS COSAS CORTAS EN OTROS ESPACIOS.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Dicho esto doy por finalizado el espacio publicitario de Pebol Sánchez (jajajajaja)

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

A continuación, y como muestra de agradecimiento por todo vuestro apoyo, quiero aportaros uno de los mejores relatos cortos que en mi opinión he escrito. Espero que os guste.

[]

LA SIRENA DEL PUENTE DE CRISTAL

Krakanta se había vuelto una ciudad tan famosa que incluso muchos la compraban con el centro neurálgico de la mismísima Grecia. No era para menos, pues había conseguido atraer a millones de celebridades a ella. Krakanta se comprendía de diez islas, rodeadas de un precioso mar cristalino, conectadas por puentes de cristal o circuitos en barca.

Desde niño siempre soñé con pilotar un gran navío y recorrer todos los mares para luego regresar a casa rebosante de conocimiento y experiencias. Mi madre decidió llamarme Ulises gracias a un famoso pintor, aunque lejos de convertirme en un artista me obsesionaba convertirme en navegante.

Eran las diez de la noche cuando salí del restaurante Marina en el que trabajaba de camarero. Marina se situaba sobre un lago en pleno centro de la Quinta Isla. Era hermoso, por no hablar del sistema de luces que emergían del lago y que dejaba a todos los comensales ensimismados.

Era un día cualquiera para un chico cualquiera en la ciudad de Krakanta. La pequeña diferencia era que en las Diez Islas siempre se sentía un aroma especial y mágico, como si aquel lugar hubiera sido creado única y exclusivamente para el disfrute público. Alquilé una barca para dirigirme a la Tercera Isla, donde residía con mi madre, y me embarqué en una aventura con solamente quince minutos de duración.

Mamá aun pagaba una hipoteca que, según decía, nos quedaría a mí y a mi hermana hasta la prosperidad. Yo trabajaba para aportarle una pequeña ayuda ya que mi hermana aún era demasiado pequeña para poder ejercer de algo que no fuera comer papillas o llorar. Papá murió cuando yo era niño, una noticia que salió en todos los telediarios pues consiguió llenar todas las orillas con petróleo y chapapote.

Una extraña melodía llegó a mis oídos, algo que me dejó atontado y me obligó a virar en mi ruta de camino a la Tercera. Era una voz tan bella que era imposible no querer saber de dónde provenía. Estúpido e ignorante dirigí mi barca allí donde la melodía susurraba mi nombre.

El puente de cristal que conectaba la Quinta Isla con la Sexta se mantenía iluminado por grandes focos de luz blanca. Allí no parecía haber nadie, al menos no más allá de la presencia de una hermosa voz cantora.

Tuve que forzar mi vista en la noche para percartarme de aquella silueta. Una chica no más mayor que yo permanecía sentada con los pies colgados fuera del puente de cristal. No era la criatura más bella, ni por asomo, pero su voz convertía todo lo que miraba en algo apetecible. Paré el motor de la barca para escucharla atentamente. Ni siquiera sabía que estaba allí, ella lloraba canturreando la música que emergía de sus cascos. Su mirada se mantenía perdida en el infinito mientras una melena platina caía por encima de sus hombros.

Me quedé petrificado mirándola, cuanto más lo hacía más hermosa me parecía. Fuera cual fuera el motivo de su pena, yo me sentía contento de que ese día aquella dama estuviera sufriendo. Entonces dirigió aquel par de orbes de jade hacia mí, sus ojos brillaban con fuerza mientras su voz se detenía. Caí de golpe sobre la barca y accioné sin querer su motor. Estuve dando vueltas como un loco antes de conseguir detener el vehículo marítimo. Cuando quise volver a mirarla ella ya no estaba, seguramente habría salido corriendo al sentirse acosada por un mí.

Volví a casa pensando una y otra vez lo mucho que me gustaría volver a escuchar su voz. Sentía que tenía la necesidad de estar cerca de ella, de acariciar su cabello y de besar sus labios. Me estaba volviendo loco, cada minuto que pasaba la necesitaba más y más.

Pasaron los días e intenté distraerme con cualquier cosa: el trabajo, películas, labores del hogar,... pero no había manera, quería encontrar a esa sirena del puente de cristal fuera como fuese.

Por las noches, cuando regresaba del Marina con la barca de alquiler, desviaba mi ruta intencionadamente para acercarme al puente de cristal y esperar encontrarla de nuevo. Poco a poco esa ilusión se fue convirtiendo en obsesión. Paula, la compañera de trabajo más guapa que jamás había tenido, me invitó a salir e incluso me abrió su corazón. Pero para mi corazón no había hueco para nadie, solamente para la voz de aquella dama apenada de cabellos rubios y ojos verdes.

Pasaron los días, las semanas e incluso los meses. Decidí tomar la iniciativa de mi vida y olvidar a la chica de la voz de oro. Tenía que hacerlo si quería seguir viviendo, mi rostro estaba lleno de ojeras y mis labios eran incapaces de decir te quiero. Era esto o quitarme la vida porque os puedo asegurar que no podía más.

Me disculpé con Paula, le dije que estaba pasando por una mala época, cosa que comprendió. Iniciamos una bonita relación en la cual ella puso todo lo que estuvo en sus manos por ganarse mi corazón. Y lo tuvo, vaya que si lo tuvo, pero yo sabía que era incapaz de corresponderla como ella lo hacía. No era por ella, no quiero engañaros, Paula era maravillosa en todo lo que hacía. Era la mujer perfecta y cualquiera diría que yo era un imbécil por no luchar por tenerla, pero no podía.

Lo intenté durante tres meses, llenaba los vacíos que dejaba mi querer con caros regalos que Paula agradecía y que conseguían ocultar la verdad de mi corazón. Ella no era tonta, estaba convencida de que me ocurría algo pero me amaba, lo hacía con tanta fuerza que me aferraría a ella hasta que no pudiera más.

No podía no hacerla feliz, era injusto. No quería ser como esos gilipollas de la televisión que acaban pagando sus problemas con su novia. No quería ser un estorbo para Paula y por eso decidí dejarla. No le conté a nadie lo que me había pasado aquella noche, nadie más que yo conocía a la sirena del puente de cristal. Eran un recuerdo que quería guardarme para siempre, un recuerdo que me llevaría a la tumba.

Paula se comprometió a ser mi mejor amiga y me juró por encima de todo que intentaría que fuera feliz. En una noche de alcohol y música me sinceré con ella. Lejos de tirarme la copa encima o de gritarme como una loca, me hizo una promesa. En medio de la playa de la Primera Isla y bajo las campanadas de los relojes de Krakanta, Paula me prometió que encontraría a esa chica aunque fuera lo último que hiciera.

Dos meses después ocurrió algo inesperado. Yo ya me había dado por vencido mientras que Paula seguía viajando de isla en isla intentando encontrar a una chica de cabello rubio con una voz de ángel. No quiero ni pensar de cómo lo estaba haciendo (seguro les iba pidiendo a las chicas rubias que le cantaran, y nadie se podía resistir a la sonrisa de Paula, ni siquiera yo).

Para ayudarme a desconectar mi mejor amiga y exnovia me llevó a un concierto. Ilíada se había vuelto famoso por todo el mundo. Estaban de gira y prometían darme la mejor noche de mi vida. La vocalista de Ilíada empezó a cantar y entonces supe que la habría encontrado.

Había teñido su cabello de rojo y había ocultado su pena bajo una máscara de polvos y colorete. La llamaban Selena y según contaban los periodistas de los alrededores había decidido viajar a Krakanta para deleitar con su música el que una vez fue su ciudad natal.

-Selena...-dije atontado.

Paula supo que algo extraño pasaba en mí, incluso el resto de espectadores se habían quedado estupefactos al escucharla cantar. Era ella, no había ninguna duda, la sirena del puente de cristal.

Pude ver el rostro de mi amiga apenado, lloroso y muy triste. Yo estaba feliz de haber encontrado a Selena, pero no era justo que Paula sufriera por mí. No iba a encontrar a nadie que me tratara como ella y Selena era una deidad inalcanzable. Paula había sacrificado su corazón pro hacerme feliz, se había esforzado por darme aquello que ella no había podido darme.

Dejé todo a un lado, tapé mis oídos y la besé. Lo hice como nunca jamás lo había hecho. Pegué mi cintura con la de Paula y decidí que, por el resto de mis días, mi misión sería hacerla feliz. Estaba vez sería yo el que sacrificara su corazón por la felicidad de un ser querido. Aunque sin saberlo, y sin ni siquiera profetizarlo, aprendí a amar a Paula.

viernes, 20 de enero de 2017

FELIZ AÑO 2017

martes, 7 de junio de 2016

¡Avanzando! ¡Ya vamos por el Capítulo 18!

domingo, 17 de abril de 2016

¡DANZA DE MÁSCARAS! ¡LA HISTORIA DE LA QUE TODOS HABLAN!

domingo, 10 de abril de 2016

¡SÉPTIMO Y OCTAVO EPISODIO DE DANZA DE MÁSCARAS! ¡NO TE LO PUEDES PERDER!

viernes, 1 de abril de 2016

¡SEXTO CAPÍTULO DE DANZA DE MÁSCARAS!

miércoles, 30 de marzo de 2016

¡QUINTO EPISODIO!

¡CUARTO EPISODIO!